domingo, febrero 04, 2007

SILBIDOS.

En aquel pueblo apenas soplaba el viento, aunque si estaba presente aquella brisa que relamía el intenso frío de la ribera y lo trasladaba hacia el pueblo cruzando el camino que hoy es ya asfalto. La brisa inflamada por la humedad del río y el frío intenso de las escarchas y heladas se esparcía por un pueblo acostumbrado más a la quietud que a corrientes de aire buscándose unas a otras por los callejones, calles y escondites del laberinto urbano…De alguna manera, aunque el decirlo sea una locura, echaba de menos al viento y a los soplidos que parecían silbidos dándole música a un día extenso, pero oscuro. Aquel viento que llevaba el salitre de un mar cercano.
Estamos dentro de un día de invierno que ya empezaba a sentir como las aguas de los cielos primaverales se acercaban por el horizonte de un calendario elegante y pretencioso.
En aquel pueblo, sosegado y quieto, si querías sentir el silbido del viento tenías que acercarte a la ribera y para mayor regocijo de los sentidos ,lo propio era buscar a las choperas que emiten un sonido que viaja entre la abundancia de sus hojas verdes, amarillas u ocres y la desnudez esbelta de un ramaje escuálido que esconde verdaderas sonrisas ,desde el viento armónico, dentro del olvido del pueblo que ahora duerme.

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