domingo, febrero 25, 2007
Después de la tormenta...y el miedo.
La tarde se quedó tranquila, en paz, tal como había amanecido…el aire estaba fresco, aunque ya no movía nuestras estancias ni casi nuestra sombra. Nos mirábamos y parecía que no creyéramos que habíamos sobrevivido a aquel infierno de vientos descarrilados y aguas que eran pequeñas piedras que se clavaban en el aire y en los cuerpos. El desastre había rozado aquella tierra por unos momentos. Acto seguido los problemas se empequeñecieron, las dudas se marchitaron y el interés por el sosiego tomó un renovado impulso.
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