Alguien me dijo que el peso del agua tenía color. Aquí tenía el color de la ribera y del lecho del río; de la alfombra que forman las hojas de los álamos que sacuden su plumaje en cuando el día declina.
Alguien me dijo que el peso del agua contaba historias. Intenté escucharlas sentada en un tronco , dejando caer los pies para que su planta rozara con el agua…más que mojada, quizás seca. Entonces empezó a sonar , desde el aire y subiendo por el agua, una historia especial….la de un urogallo que marchó de aquí por miedo a persecuciones y a la “sequedad” del aire. Se instaló más al norte en donde las montañas rozan blancas playas de arenas que se mueven entre las partículas de un mar frío…salado. Allí el urogallo vive y es observado. Allí el urogallo teme por su supervivencia y se sacude del pasado su memoria para poder vivir al día , sin pensar en un futuro al que ya teme.
Alguien me dijo que el peso del agua acariciaba a la brisa. Me vestí de árbol y me escondí a primera línea de ribera. Vi al agua , allí presente, de todas sus facultades y vi como se relajaba hasta un estado catatónico cuando no soplaba ni la brisa….que era tanto como decir que el aire estaba parado y detenido. De pronto, cuando la tarde muere y empieza a despertar el día….el agua empieza a dibujar en su superficie una alfombra de ondas arremolinadas que dibujaban texturas difíciles de imaginar y más aún de repetir.
Entonces el agua empezó a murmurar palabras en un lenguaje ajeno a nuestro entendimiento….pero aquello más raro fue cuando los árboles les contestaban y les hablaban.
domingo, febrero 25, 2007
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