El aire estaba pringado de un aroma a ceniza caliente que despoblaba las virtudes en un rincón insaciable. Miguel no había vuelto a sonreír porque pensaba en las latitudes de aquel futuro viaje tan incierto e insaciable como amargo y triste. Las pobladas armonías se escondían entre restos de pensamientos carcomidos por un odio desinhibido. El tren, después de anunciada su llegada, paró y abrió de par en par sus puertas…el andén se pobló de los cansinos descendientes, para enseguida, poblarse por la quietud de los pocos que esperaban otro tren.
Miguel ,no estaba en el andén….tristemente había tomado su último tren.
miércoles, febrero 07, 2007
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