martes, abril 17, 2007

PICARDÍA Y FALTA DE MEMORIA

El cuento estaba sobre la mesilla, abierto por no poder cerrarse… el niño lo había abierto tanto que para cerrarlo tenías que ejercer cierta presión. Estela se acercó a arreglar la mesilla, era la última tarea de aquel largo día, y lo último que tocó fue el cuento…lo cogió y notó como si estuviese acartonado…cuando estaba a punto de cerrarlo se percató del color del cielo que surgía de la ilustración. Un azul especial, rescatado, pacífico que le recordaba a todos aquellos matices del mundo… de un mundo casi perdido, aunque todavía existente. Se sentó con el cuento en las manos…aquel libro de su vecino tenía colores interesantes.
Un timbre la despertó, Estela se había quedado dormida con el cuento acunado en su regazo…un trozo de lana sobresalía, señalando la página en que se había detenido su lectura….allí donde se había paralizado su visión de ilustraciones coloristas. Se había detenido, todo, en la última página…entonces, despejada ya del sueño, lo recordó casi todo….ya sólo faltaban unas piezas del puzzle. Abrió la puerta, era Joseba, quien le aclaró la última duda el cuento, éste era para ella. En su cumpleaños, su amigo Juantxo le había regalado una nueva edición…pronunció edición como si fuese la primera vez que aquellos sonidos saliesen por su boca. Estela se acercó y le estampó un beso en la frente, le dio un abrazo…
Ahora recordaba más…aquellas ilustraciones eran de ella antes de tener el accidente y de paralizar, en el cuarto oscuro, a la memoria. Entró en aquella habitación a la que se negaba a entrar….allí estaba su lugar de trabajo, tal como le había intentado mostrar Josefa. En el próximo libro de aventuras del cartero Ibán dibujaría a un atrevido zagal de seis años y dos días.

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