sábado, abril 14, 2007

Visiones de memoria 5

Cerrada, pero seguro que más cálida, se decía mientras subía las escaleras. Abrió un poco la habitación de su abuela… el silencio pareció paralizar aquel instante de tiempo. Solamente se oía el acompasado acto de respirar que frecuentaba toda la estancia. Sonrió y miró con cierto mimo la cama .

La madre de Sylvia se marchó de Irlanda cuando no podía resistir las sucesivas depresiones que se repetían desde hacía años, como si celebrasen la muerte de su marido… se acercó a la casa de campo en el interior de las tierras presas del viento Mediterráneo. Daba clases de inglés en un colegio católico y por las tardes, daba algunas clases de refuerzo.
Allí mejoró en todo, ahora sólo se sentía acosaba por la añoranza de los verdes de Irlanda y por los suyos. Había terminado de “chatear” con su hija y se sentía libre, relajada, protegida por un diálogo que la emocionaba.
Salió a la terraza resguardada, todavía, por la cristalera… con su taza de hierbas y el libro de Orhan Pamuk.

Sylvia le había contado cómo se había desarrollado el entierro, cómo se encontraba su abuela… cómo le iba su trabajo de documentalista en la Biblioteca y cómo llevaba sus intentos creativos en literatura. Su hija tenía una nueva idea que contaría una historia real por la libertad… pero no quiso decirle nada más.

Sólo una escueta explicación a modo de ánimo para Deborah: “No te preocupes, estaré bien…esta vez no tratará de Irlanda”; aunque todos sabían que todo lo que hacían los O´Marley versaba sobre Irlanda, su tierra, sus colores, sus gentes, sus alegrías y, sobretodo, sus humillaciones que tan sólo hacía estimar más la libertad.

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