jueves, marzo 22, 2007

Juegos.

El calendario podía comenzar a decir otra cosa, pero aquellos estaban siendo días muy fríos Irene miraba la calle desde los cristales del balcón, con aquel temporal no había quien pudiese jugar en las calles del pueblo, todos los días abiertas a sus andanzas, correrías y pensamientos exentos de malicia, pero repletos de una sutil vitalidad que necesitaban proyectar a los demás. Entonces del balcón de la casa de enfrente surgió lo que ya llevaba diez minutos que esperaba… tres puntazos de luz como un SOS y una cara, la de su inseparable amigo Carlos, que también añoraba los juegos de calle en aquel día frío y extraño… primer día de primavera que se tensaba, para prolongarse, con la escarcha de un invierno que parecía no haber pasado. Aún con eso Irene y Carlos establecieron su particular juego que recordarían, en adelante, cuando se fuesen sucediendo los inviernos, las primaveras y el anhelo del estío con el otoño más cálido.

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