miércoles, marzo 28, 2007

La impresión que alimenta al olvido.

El perro estaba descansando y resoplando como si hiciese horas extra. Simón se levantó de la hamaca, donde leía, poniéndose a dibujar, en el aire, figuras excéntricas que lo estiraban… de vez en cuando volvía la mirada hacia el descanso, sin complejos, de su perro. Antes de ponerse a leer de nuevo, Simón, cerró los ojos en un ejercicio de memoria , al menos debía intentar recordar la trama del libro para no perderse de nuevo y tener que empezar de cero. Simón, desde el accidente sufría inmensas lagunas en la memoria que él denominaba lagos… se hizo con un perro para que le ayudase a no perderse, a ubicarse, a encontrarse, a saber quién era… pero para recordar el nombre del can no tuvo otro remedio que ponerle de nombre aquello que era una prolongación de Simón. Así, con estos precedentes, el perro se llamaba Pedro….

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