lunes, marzo 12, 2007

Víspera del último día de tranquilidad.

La corriente de aire ,de aquel día de verano ,pudo dejarnos a todos sin trabajo…o quizás hasta sin vida . Un día claro y despierto , de repente, se sumergió en un juego de tornados pequeños, pero que nos transformaron sobremanera en insignificantes barquillo de papel en pleno Atlántico ante la peor de las tormentas. El cielo se volvió espeso, negro, consistente…todo él se hubiese podido cortar con un cuchillo…cuando llegamos al muelle salimos de la pequeña embarcación como pudimos bajo un esfuerzo titánico. Parecía el muelle de una ciudad desierta…Tomás dijo que muy probablemente habían dado la orden de evacuación…salimos del puerto dejando a nuestras espaldas un espectáculo dantesco….ahora debíamos de encontrar un lugar donde protegernos de los postes de luz, de su electricidad, de los tejados que volaban…Cuando nos fue imposible avanzar ,nos detuvimos bajo un porche, aquello no era lo más seguro,pero de momento nos daba un tiempo de descanso.No oímos la puerta que se abrió a nuestras espaldas : un señor mayor nos invitó a pasar. Aquella casa parecía una fortaleza que nos acogió con los brazos abiertos. La señora Petersen era, además, una excelente cocinera mientras tanto su marido, como buen danés, contaba unas historias que hacían que todos enmudeciéramos.Al día siguiente, se levantó un domingo tranquilo y de verano..nos despertamos, almorzamos , reimos y cuando estabamos a punto de cruzar el umbral de la puerta Petersen nos llamó y nos tendió un juego de llaves, allí había una más pequeña que creía haber visto antes…era la llave de una pequeña embracación. “Puede que le haga falta para cruzar la bahía…ya saben donde la dejaron”. Nos miramos y creo que, por primera vez en mucho tiempo todos estábamos de acuerdo, queríamos desaparecer…pero nadie movió un dedo… creo que ni pestañeamos.
Oskar Petersen no aclaró las dudas el vio como en plena eufória por haber conseguido nuestro primer trabajo en su periódico cogíamos su lancha para darnos una vuelta… Así de simple. Yo creía ahogarme con mi propio aire.
Alguien quiso pedir disculpas, pero Petersen lo negó con un certero movimiento … nos despidió deseándonos nuestro último día de tranquilidad.

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